jueves, 12 de noviembre de 2009

DIA DE LOS ENAMORADOS

“Solitaria,
indiferente
pero infinita.
Peinándose frente al espejo…”
¡Todo un cuadro!
Afuera gira el sol
y él espera y desespera,
en la cocina,
observando sus pantalones arrugados:
“Es gracioso,
pero siempre consigue sacudir mi estómago…”.
Ella sonríe,
mientras piensa en sus zapatos cocidos a mano:
“¿Dónde los habré dejado?”
Ella es la flor que crece entre las espinas.
Temeraria y atrevida,
aunque miles de palas brutales
sacudan sus cimientos y jalen de sus raíces,
jamás se subyugará ante nadie...
“Quizás eso sea”,
piensa él.
“Pero aun así,
no voy a dejar que se me escape su luz.
No voy a dejar que me trague esta oscuridad.
Tal vez tenga alguna oportunidad...”.
Pero algunas cosas no pueden cambiar
y otras no deberían hacerlo.
¡Dios sabe que es cierto!
La vida está en constante movimiento
como un tren despiadado,
y él está atorado en las vías.
Porque sabe que algún día
ella simplemente seguirá su camino,
y lo dejará solo,
viendo cómo la luz se extingue
y lo devora la oscuridad.
Y ese día no habrá palabras…

Por fin,
ella vuelve a la cocina
y lo besa en la frente.
Es un beso cálido.
Entonces,
salen a la calle.
El viento barre las hojas secas
a lo largo de la vereda.
Cientos de cadáveres marrones
crujiendo bajo sus pies.
Bajo zapatos cocidos a mano.
Es triste.
La vida y las calles están llenas de dolor.
Es difícil no acabar colgado de un gancho.
Pero él intenta no pensar en eso
porque hoy está feliz.
El mañana y el ayer
están a siglos de distancia.
Puede sentirlo,
sí.
¡Es el día de los enamorados!

Aunque las hojas
continúan crujiendo.

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