martes, 10 de noviembre de 2009

LOS EXTRAÑOS

– ¿Quién es esa mujer? –preguntó Iván.
–Se llama Mariana –dijo la tipa de limpieza. Una mujer con cabeza de zapallo, melena de león y cara marchita.
– ¿Ah, sí? –dijo.
–Sí –confirmó la mujer con cabeza de zapallo, melena de león y cara marchita –. Trabaja en aquella oficina del fondo.
– ¿Sí?
–Sí. Pero te advierto que es una chica muy extraña…
– ¿Qué tiene de extraña?
–Ya sabés... siempre está sola, leyendo revistas de cine o escuchando música con los auriculares puestos.
–Bueno, eso no tiene nada de malo.
–Sí, pero nunca habla con nadie.
– ¿Y?
–Bueno, una chica así no parece alguien de confianza…
–Qué curioso, la gente dice eso de mí con cierta frecuencia.
–Sí –dijo –, también lo oí.
–Claro.
Para Iván era su segundo día de trabajo.
Fue durante un cruce en la cocina, que Iván consiguió sacarle a Mariana un poco de conversación; pese a que él no era demasiado bueno hablando con las mujeres (de hecho, no era para nada bueno). Nadie sabía cómo es que lo hacía pero siempre se las ingeniaba para arruinarlo. Sin embargo, aunque él era conciente de eso, no le importó. Aquellos ojos azules y brillantes, aquel pelo enmarañado y ese modo despreocupado de deslizarse de un lado a otro, eran demasiado.
La conversación fluctuó:
– ¿Ir al cine? –dijo Mariana, con cierto asombro. ¡Qué tipo osado!, pensó. ¿Y si es una especie de loco de remate? ¿Y si termina rebanándome los cachetes del culo con una navaja oxidada…?
Pero, al fin y al cabo, ella tampoco era demasiado normal. O eso al menos es lo que se decía. Fue la sensación curiosa de no saber y que no te importe una buena razón para aceptar.
– ¡Que carajo! –dijo –. ¿Por qué no?
–De acuerdo –dijo Iván –, que sea a la función de las 23.
– ¿Y qué vamos a ver?
– No sé …

Iván no era un tipo muy puntual pero ese día se esmeró por serlo. Ya saben, quería dejar una buena impresión. Como sea, eran las 23. Había bebido tres cervezas y se sentía realmente animado. La luna asomaba su pálida cara entre las nubes. ¿Qué podía fallar?
Al rato llegó Mariana.

La película estuvo muy bien. Bueno, al menos para él. A ella le pareció una porquería:
– ¡Previsible! ¡Previsible!
Pero estaba bien. Cine, pochoclos, buena conver­sa­ción y paseo bajo la luz de la luna pueden ser una combinación interesante.
La cosa siguió un rato más. Aunque no hubo sexo. Bueno, en las primeras citas rara vez lo hay. Al menos en las primeras citas de Iván. El sexo debía esperar.

Días más tarde hubo otra película y ocurrió algo insólito. Digo, este es el cuadro: película, charla, caminata bajo un sin fin de delgados hilos de agua... Entonces Mariana que conoce la guarida de Iván. Luces tenues, sahumerios, velas, música, etc. La cama. Las sábanas abiertas como capullos frescos… Tampoco hubo sexo. Bueno. El sexo aparece después de un tiempo. Por fin, por fin. Los detalles no importan. Iván venía con el espíritu dividido en tres partes. Las tres partes rotas. Ya saben, la tragedia de las eras: dos aviones que chocan de frente, el hombre que muere al llegar, la bala que aterrizó en tu frente. Y ahora, quién te dice… El mundo sabía cómo conseguir que su progreso, el progreso de la civilización entera, fuese hacia abajo. Pero girar sobre tu hombro, quizás el izquierdo y encontrarla, encontrarla a ella con su pelo enmarañado anudado entre tus dedos viejos... Bueno, eso vuelve tangible el alma de cualquiera.

Mi nombre es Iván, Iván Bury. La gente dice que no soy de confianza y quizás tengan razón. Pero para ser honesto, me importa muy poco. Y a Mariana, amigos, a ella tampoco parece preocuparle demasiado.

1 comentario:

Unknown dijo...

Que hermoso que te pase algo asi en el laburo!!... a veces pasan cosas buenas en el trabajo!