martes, 10 de noviembre de 2009

DOCE MONOS ALADOS

Supongo que bebí más de la cuenta...
Es eso
o definitivamente me volví loco,
porque juraría que doce monos alados
entraron volando en la habitación,
como un murmullo o un zumbido.
Ceñidos en sombras.
Que giraron sobre nuestras cabezas,
rozando nuestras narices
y volvieron a salir,
perdiéndose en la inmensidad.
Y juraría haberte visto muerta de risa,
rodando entre las sábanas verdes,
sujetándote la panza.
Juraría haberte visto
riéndote de mi desconcierto,
de mi fascinación,
de mi ingenuidad,
con la inocencia y la malicia
de una niña traviesa.
Y al ver tu maravillosa sonrisa
llena de un tipo de luz
que podría intimidar al sol,
entendí que cualquier cosa podría suceder…
Hasta las cosas más incoherentes:
Como que me quieras del modo en que lo hacés.
Como despertar y estar feliz
de que seas vos quien amanece a mi lado.
No otra,
sólo vos.
O como que tu amor pueda más que tu orgullo
y que mi amor pueda más que mi egoísmo.

Entonces,
¿qué tienen de extraño doce monos alados?

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